segunda-feira, julho 20, 2009

Opinião: Sondagens

"La publicación de sondeos electorales
Son los sondeos políticos y electorales los que obtienen una mayor cobertura por parte de los medios de comunicación de masas. Y es que la utilidad de las encuestas preelectorales en el marketing electoral se hace cada día más evidente: de igual forma que un producto tiene un mercado, un candidato tiene una audiencia o clientela, y los medios de información que utiliza para darse a conocer son de igual naturaleza que los empleados para anunciar las cualidades de los productos. Por tanto, las encuestas electorales se encargarían de “canalizar el mercado electoral” . Teóricamente, una encuesta preelectoral es una encuesta de opinión para conocer la “distribución de la preferencia político-electoral en todo o en parte del electorado de un país”, con la particularidad de que, a diferencia de gran parte de las encuestas de opinión, el ajuste con la realidad es observable y verificable: los resultados de las encuestas se toman por votos y, si esos votos reales no corresponden a los resultados obtenidos en las correspondientes encuestas, se supone que algo “está mal hecho”.
En general, se admite que la publicación de los sondeos electorales puede influir en la posterior emisión del voto, aunque sea difícil predecir el sentido de esa influencia. Una serie de clásicas teorías sobre posibles alteraciones en la original intención de voto tras la publicación de sondeos durante los últimos días de campaña, describen varios efectos: el llamado bandwagon o efecto Panurgo (arrastre que favorece al partido con ventaja), y el underdog o efecto David (vuelco en los pronósticos como consecuencia de las simpatías despertadas por el partido catalogado como perdedor). El voto útil o táctico tiene lugar cuando se vota al líder de la oposición para que termine de destacarse de sus iguales, o cuando se selecciona entre las fuerzas minoritarias para lograr alguna representación parlamentaria. El análisis de los efectos anteriores es complicado debido a que pueden ocurrir simultáneamente y variar entre distintos sectores del electorado. Incluso agregadamente podrían anularse los unos a los otros de forma que el efecto resultante apareciera como estadísticamente insignificante. Además de éstos, se han señalado otros: el efecto momentum, que consiste en el “aura” del que se beneficia el partido que se ha visto “crecer” en las últimas encuestas, y la llamada “espiral del silencio”, enunciada por Noelle-Neuman, según la cual el miedo al aislamiento, la continua observación del clima de opinión y la evaluación de las fuerzas y debilidades relativas de los distintos puntos de vista, determinarán que la gente tienda a adherirse a las opiniones mayoritarias o “mejor vistas” y a autosilenciarse en las disidentes o discrepantes.
Aunque no puede precisarse de forma concluyente cuál es el efecto que finalmente va a prevalecer, la existencia de esta influencia hace pensar que la llamada “horse race” y su cobertura en los medios de comunicación de masas enfatiza las condiciones del electorado para evaluar a los candidatos en términos de su “elegibilidad”, en lugar de su postura respecto a los puntos programáticos. De esta forma, las informaciones frecuentes sobre la posición de los candidatos, especialmente al final de la campaña, hacen que muchos sectores opinen que representan una intrusión en el proceso electoral disminuyendo el valor de su voto.
Sin embargo, hay otros “públicos” aparte del electorado sobre los que la publicación de los sondeos electorales tendrá consecuencias: los periodistas y los políticos. La difusión de sondeos a través de los mass media tiene claros efectos económicos y estratégicos para los primeros, que buscan la fácil disponibilidad de “noticias calientes” (especialmente cuando se trata de estudios encargados por los propios medios de comunicación) para la dominación táctica frente a otros medios de la competencia, sin una excesiva preocupación por su fiabilidad. Como se señaló anteriormente, los segundos utilizan la publicación de sondeos como estrategia política y de marketing electoral: una mejor situación relativa respecto a los demás contendientes, se supone que revertirá en efectos más positivos para ese líder o partido.
Las historias tratadas por los medios de comunicación dan la impresión de ser cuadros precisos y objetivos de la realidad. Se nos ha enseñado a contemplar la información ofrecida por los medios como “objetiva”, consistente en “hechos” relevantes sobre algo. Sin embargo, es sólo una manera de interpretar la situación presente: las historias son un “constructo” político.
Las encuestas proporcionan una foto aérea y estática de la opinión, describiendo a grandes rasgos las tendencias mayoritarias de la población, presuponiendo que la gente tiene opiniones formadas, estables y de igual intensidad sobre cualquier tema. Pero no explican su origen, ni predicen su evolución, como lo demuestran los errores de numerosos pronósticos electorales. Sin embargo, los datos ofrecidos parecen gozar de una especie de “autoevidencia” porque se atribuyen a un método sistemático, objetivo y fiable. Como señala P. Bourdieu5, quizá la función más importante de las encuestas de opinión en su estado actual sea la de imponer la “ilusión” de que existe una opinión pública como sumatoria puramente aditiva de opiniones individuales, que existe algo similar a una “opinión media”, disimulando que el estado de opinión en un momento dado es un sistema de fuerzas y tensiones.
La prensa tiende a ignorar lo que V. Sampedro llama opinión pública discursiva, mucho más difícil de seguir y transmitir que la opinión pública agregada. La opinión discursiva se genera en numerosas arenas públicas (congresos, foros de expertos, activistas, plataformas ciudadanas) y está en boca de infinidad de actores no siempre legitimados como fuentes. En lugar de “datos brutos”, ofrece matices y argumentos que chocan con la economía expresiva de los sondeos
(Beatriz Mañas Ramírez - "LA FORMACIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA: ENCUESTAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN")

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