quarta-feira, dezembro 30, 2009

Opinião: "La decadencia de España no es irremisible"

"DECÍA G. K. Chesterton que «un optimista es el que os mira a los ojos y un pesimista, el que os mira a los pies». Resulta hoy más importante que nunca mirar hacia el futuro en unos tiempos convulsos, de crisis económica y en los que el fatalismo nos acecha en todas las esquinas. Hemos elegido al pesimismo como Enemigo del Año porque es en las situaciones críticas cuando los pueblos y las personas deben reaccionar en lugar de dejarse arrastrar por las profecías derrotistas que tienden a autocumplirse. Ni la recesión es insuperable, ni la decadencia de España es irremisible, ni el deterioro de nuestra democracia es imparable. Todo tiene arreglo si se ponen los medios para conseguirlo.
Desechar el pesimismo no supone, sin embargo, refugiarse en una ensoñación de lo real sino partir de la incómoda realidad que nos rodea para transformarla. Como señala Carmen Iglesias, existe una permanente tensión entre el pesimismo antropológico y el optimismo cognoscitivo, que es, en suma, una apuesta consciente y racional por la acción. Edgar Morin habla de «pesioptimismo» como un nuevo concepto que aglutina el malestar de nuestra civilización y las inmensas posibilidades de la técnica.
La gran contradicción de nuestra sociedad es precisamente ese contraste entre la globalización que posibilita la tecnología y las corrientes pesimistas que se resisten a abandonar el sueño dogmático. Tras las catástrofes provocadas por el totalitarismo en Europa, ha resurgido un tribalismo nacionalista que añora la vuelta a un pasado mítico. Descendiendo al terreno de lo concreto, Zapatero ha fomentado esas tendencias clientelares que apuntan a una disolución del Estado y de la utopía igualitaria que sustenta las democracias parlamentarias. Su alianza con el nacionalismo catalán radical, que le está utilizando como compañero de viaje, ha agudizado la crisis de nuestro modelo constitucional.
Pero si Zapatero ha jugado mal las cartas en este ámbito, también ha demostrado una alarmante incapacidad para hacer frente a un deterioro de la situación económica que nunca supo prever. Según la última encuesta del CIS, el 78% de los españoles considera el paro como su principal preocupación.
Zapatero no ha tenido la osadía de impulsar reformas estructurales de la economía, cayendo en el error de suplir esta falta de iniciativa por un desorbitado incremento del gasto. Ahí está la bancarrota de nuestras cuentas públicas como resultado de la inanidad de la política ecomómica, con un desplome del consumo que ha superado todas las expectativas.
La realidad política y económica ha superado los peores temores, pero nunca es tarde para reaccionar. El Gobierno puede corregir todavía algunos de sus errores, aunque dudamos de lo que haga, dada su probada falta de autocrítica. Si Zapatero no rectifica, los ciudadanos tendrán la oportunidad de reprobar su política en las tres elecciones que vienen: las catalanas, en otoño de 2010, las autonómicas y municipales, en junio de 2011 y las generales, como muy tarde en marzo de 2012. El voto es un poderoso instrumento para cambiar las cosas y, por ello, un efectivo antídoto contra el pesimismo
" (Editorial da edição de hoje do El Mundo)

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