

El peor enemigo de los negócios
Fue la promesa de una consulta popular sobre la independencia la que dio a la formación de Salmond, el Partido Nacionalista Escocés, una victoria sin procedentes en las elecciones de 2011: se hizo con 69 de lo 129 escaños del Holyrood. Pero tras los comicios, nunca concretó una fecha sobre el referéndum y se limitó a decir que la llevaría a cabo en la segunda mitad de su legislatura. Fue entonces cuando comenzó la incertidumbre, la peor enemiga para los negocios. Aberdeen, tercera ciudad de Escocia, es la capital petrolera de Europa gracias a su puerto situado en el Mar del Norte y muchas compañías comenzaron a preguntarse si el sueño de la independencia iba en serio. Actualmente, los ingresos fiscales del petróleo van al Gobierno británico, que se encarga de su redistribución. Los nacionalistas consideran que las decisiones económicas tomadas en Londres (como por ejemplo la del aumento en unos 2.273 millones de euros anuales los impuestos de la industria) o la política de tipos de interés, merman el desarrollo económico de Escocia. Pero los expertos no esconden su escepticismo cuando se les plantea una situación financiera de una Escocia independiente. Por otra parte, no hay que obviar que el petróleo se agota. Y aunque Salmond cree en el que mar del Norte tiene su mina de oro, el tope en la producción se alcanzó en 1999 y el petróleo seguirá extrayéndose sólo hasta 2040. Cuando los inversores le manifestaron sus preocupaciones el premier británico David Cameron vio el gran momento para lanzar un ataque que tenía estudiado hace mucho tiempo: si se tiene que hacer un referéndum mejor antes que tarde. La polémica entre los Gobiernos de Londres y Edimburgo aumentó cuando, el pasado lunes, Cameron ofreció a Salmond competencias para celebrar un referéndum vinculante pero en un calendario de 12 a 18 meses -es decir, un año en el que aún coleará el patriotismo británico tras las pomposas celebraciones del 60 aniversario de Isabel II en el trono y los Juegos Olímpicos de este verano- y con un sola pregunta, si Escocia quiere o no permanecer en el Reino Unido. El martes, el ministro británico para Escocia, Michael Moore, presentó ante el Parlamento londinense una propuesta legislativa, que se ha sometido a consulta hasta el 9 de marzo, para transferir poderes temporalmente al Parlamento escocés con ese fin. Londres insiste en que el Parlamento de Escocia no tiene potestad para organizar un referéndum y señala que, sin el necesario cambio constitucional, la consulta no sería más que una encuesta de opinión. "Hay verdaderos problemas legales que deben ser resueltos y espero que todos compartamos el deseo de tener un referéndum legal, justo y decisivo", incidió hoy Moore. Sin embargo, el SNP se mantiene fiel a su promesa electoral de celebrar el plebiscito en la segunda mitad de su mandato -concretamente, en 2014- y asegura que tiene competencias para organizar un referéndum consultivo. El Gobierno de coalición conservador-liberaldemócrata quiere forzar una pronta celebración de la consulta -en un momento en que las encuestas no arrojan un apoyo decisivo a la independencia- con el argumento de que la incertidumbre sobre el futuro de Escocia perjudica la inversión en ese territorio, posición que los nacionalistas califican de oportunista” (texto do jornalista do El Confidencial, Á. Martínez, com a devida vénia)
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