“Alex Salmond, el carismático líder del independentista
Partido Nacional Escocés (SNP), presentó
en Glasgow su hoja de ruta hacia la independencia como un camino sin riesgos ni
peligros porque nada cambiará en cuestiones capitales como la moneda, la
pertenencia a la Unión Europea o la jefatura del Estado. Salmond presentó el
esperado Libro Blanco en una ceremonia deliberadamente modesta, sin
triunfalismos: una rueda de prensa junto a su número dos y probable sucesora,
Nicola Sturgeon, en el Centro de la Ciencia de Glasgow, la ciudad llamada a ser
árbitro del referéndum del 18 de septiembre de 2014. “Nuestra visión es la de
una Escocia independiente que recupera su plaza como un igual en la familia de
las naciones. Sin embargo, no buscamos la independencia como un fin en sí mismo
sino como una herramienta para cambiar Escocia para mejor”, proclamaron. Su intención es precisamente presentar la independencia
como algo normal, un trayecto sin sobresaltos en el que los escoceses no
arriesgan nada pero lo pueden ganar todo. Sobre todo, el poder para
hacer cosas que ahora no pueden hacer porque son competencia del Parlamento de
Westminster. Cosas muy concretas. Algunas nuevas, como 30 horas semanales de
atención infantil para los niños de tres y cuatro años y para los niños más
vulnerables de dos años. Otras ya anunciadas en el pasado, como la supresión de
la llamada “tasa dormitorio” que reduce las ayudas a las familias en cuyo hogar
haya una habitación desocupada; actualización de ciertas ayudas fiscales en
línea con la inflación; una “triple salvaguardia” para el sistema de pensiones;
un salario mínimo indizado al coste de la vida; o la desnuclearización de
Escocia a lo largo de la primera legislatura de la independencia. El SNP
intenta así contrarrestar el alarmismo que genera entre los escoceses los
estudios que denuncian que la independencia crearía un agujero fiscal de entre
el 1,9 y el 6% del PIB, las advertencias de Londres de que no compartirá la libra
con una Escocia independiente o la cuestión de la pertenencia a la UE.
El SNP intenta hacer calar la idea de que lo que importa es el pragmatismo. Y
eso significa que, si gana la independencia, Londres nunca se opondrá a que
Edimburgo siga en la libra porque es su segundo mercado exportador y le
interesa tanto como a la propia Escocia. Y por eso el Libro Blanco sostiene
también que Escocia seguirá en la UE o que no habrá controles fronterizos entre
ambos países.
En concreto, el texto subraya que no hay precedentes para
establecer qué ocurre cuando “a través de un proceso constitucional consensuado
y legal, la opinión mayoritaria y democrática en parte de un territorio es que
se debe convertir en un país independiente”. Su conclusión es que en ese caso
no se puede aplicar el artículo 49 del Tratado de la Unión Europea que rige en
la adhesión de nuevos socios “porque Escocia ingresó en la UE en 1973”. Y
defiende que en su caso se ha de aplicar el artículo 48 “que permite modificar
el tratado de común acuerdo con los socios”. Los independentistas escoceses
admiten que eso requiere la aprobación de todos los demás socios, uno a uno. Lo
que en realidad temen no es un veto, sino que Escocia tenga que abandonar la UE
y negociar luego su reingreso porque generaría incertidumbre y les obligaría a
renegociar las salvaguardias que ahora tiene Reino Unido, en particular sobre
el euro y los controles fronterizos. El Libro Blanco sostiene que Escocia
mantendría “la zona común de viaje que ha existido desde 1920 y que actualmente
garantiza la libre circulación entre Reino Unido, la República de Irlanda, la
isla de Man y las islas del Canal”. Es decir, no habría que enseñar el
pasaporte para cruzar la frontera entre Inglaterra y Escocia.
Y también sostiene que Escocia mantendría una unión monetaria con
el resto de Reino Unido, compartiendo la libra esterlina y manteniendo al Banco
de Inglaterra como prestatario de último resorte. Esta es una de las cuestiones
más delicadas. No solo porque Londres dice que eso es “muy, muy difícil”, sino
porque dentro del propio independentismo hay visiones contrapuestas y hay un
sector que defiende que Escocia debería tener su propia moneda.
Salmond cree que la dureza verbal de Londres es meramente táctica,
para crear miedo y fomentar el voto unionista. Pero está convencido de que en
esto, como en otras cuestiones que dependen de un acuerdo entre las dos partes,
ese acuerdo llegará, y de forma rápida, si gana el voto a favor de la
independencia.
Por qué? Porque los acuerdos de octubre de 2012 que dieron luz
verde al referéndum establecen que ambas partes aceptarán su resultado y
trabajarán de buena fe para aplicarlo. Y porque cree que ni a Londres ni a
Edimburgo le interesa que las negociaciones sean largas, tensas y politizadas.
Por eso sostiene que si la independencia gana el referéndum, Escocia accederá a ella el 24 de marzo de 2016,
coincidiendo con la unión de las dos coronas ese mismo día en 1603 y con la
fusión de los dos parlamentos el 24 de marzo de 1707. Por encima de
todo, la opción de presentar la independencia como un camino lleno de
oportunidades pero sin riesgos intenta superar la realidad de que las encuestas
reflejan que los votantes se identifican mucho con Escocia pero mucho menos con
la independencia. Por ejemplo, el 63% se declara orgulloso de presentarse como
escoceses en el extranjero, frente a un 19% que prefiere presentarse como
británicos y un 18% a los que les da lo mismo, según una encuesta de Panelbase
para The Sunday Times y Real Radio Scotland publicada el
domingo pasado. Pero un 47% votaría contra la independencia frente a un 38% a
favor y un 15% de indecisos. Y eso en Panelbase, que desde siempre ha dado las
encuestas menos desfavorables a la independencia. En las demás, el no gana al
sí por dos a uno.
Las
principales propuestas
- Escocia conservará la libra y
no buscará entrar en la eurozona.
- El Banco de Inglaterra será la entidad de
préstamo de último recurso.
- Se mantendrá a la reina Isabel
II como jefa de Estado.
- Escocia continuará como miembro
de la Unión Europea (UE).
- Edimburgo retirará los misiles
nucleares Trident de su territorio en los primeros 10 años tras la
independencia.
- Escocia espera ahorrar 119.000 millones
de euros con la retirada de las armas nucleares.
- Escocia tendría sus propias
fuerzas armadas.
- No harbá subida de impuestos.
- Se ampliarán las ayudas para el cuidado
de los menores de cuatro años.
- A partir de abril de 2016, los
pensionistas del nuevo Estado recibirán una pensión de 8.320 libras (9.900 euros)
anuales.
- El salario mínimo aumentará al
ritmo del coste de vida” (texto do El Pais, com a devida vénia)