sexta-feira, janeiro 04, 2019

Los 30 años perdidos de Venezuela

La historia juzgará con especial severidad la era chavista. Venezuela habrá perdido los primeros 30 años ­–­si es que no son más­– de este siglo: un tiempo en el que habrá visto reducir drásticamente el tamaño de su economía y lastrado seriamente las posibilidades de desarrollo en las siguientes décadas. Un traspiés cuyos efectos pueden durar el resto de centuria. Haber hundido su industria del petróleo tendrá un notable coste. Cuando quiera superar su incapacidad para explotar al máximo sus grandes reservas se encontrará con que habrá menos demanda de su crudo, pues el mundo habrá entrado en una etapa «pospetróleo», como vaticinan los expertos. También cuando quiera superar su déficit en infraestructuras, provocado por la inacción del chavismo a pesar de los años de grandes ingresos públicos, se topará con imposibilidades presupuestarias.
Si entre 2013 y 2018 el Producto Interior Bruto (PIB) venezolano ha sufrido un retroceso acumulado del 44,3%, cabe suponer que el continuado declive en años venideros (el FMI prevé un encogimiento del 5% en 2019) habrá supuesto eliminar de un plumazo más de la mitad de su economía. No existen precedentes de algo así salvo en desastres provocados por una guerra. Si en 1999, año en que Hugo Chávez asumió el poder, el PIB de Venezuela era un 13,6% más grande que el de Colombia (diferencia que aumentó en los años siguientes debido a que el precio del petróleo se disparó), en 2013, año de la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia, el PIB colombiano sobrepasó al venezolano en un 2,4%, y eso antes de que se diera el desplome económico de la república bolivariana.

Las reservas se quedarán bajo suelo
La tragedia de Venezuela es que cuando se recupere de este tiempo de postración, despertará a un mundo en el que sus reservas de petróleo, las mayores del planeta, habrán perdido parte de su valor. En lugar de haber pasado estos años bombeando con energía el crudo que contiene su subsuelo, ampliando su capacidad de producción y mejorando la tecnología de Pdvsa para aprovechar su petróleo extrapesado, el gobierno del PSUV ha ido dejando morir la industria nacional. La producción va camino de reducirse a la mitad: de 3,2 millones de barriles diarios a alguna cifra por debajo de los 2 millones en estos momentos. 
Si Maduro completa el periodo de seis años que inaugurará el 10 de enero, nos plantamos en 2024. Confiando en que, en cualquier caso, el dominio chavista no vaya más allá, hasta la década de 2030 la industria nacional petrolera no habrá podido reponerse. Para ese tiempo, el consumo global de crudo estará a punto de llegar a su pico, para comenzar a descender debido a la generalización de los automóviles eléctricos y el mayor acceso a fuentes de energía renovables.
En 2040 el peso del petróleo en el consumo energético global habrá bajado al 28%, desde el 31,5% de 2015 (y el 46% de 1973), según los datos del último informe anual de la OPEP. Para 2040 los países desarrollados de la OCDE ya estarán reduciendo su consumo (8,7 millones de barriles diarios menos que en 2017) y aunque otras regiones del mundo seguirán incrementando su uso, debido al desarrollo en ellas de una clase media más numerosa, el pico absoluto de consumo no tardará en alcanzarse. Así que, cuando Venezuela se recupere, Estados Unidos, su principal cliente, consumirá menos crudo y además ya habrá ido sustituyendo los suministros de sus refinerías adecuadas hasta ahora a las características del petróleo venezolano. Y China tampoco estará muy interesada en adquirirlo porque si hoy la mayor parte del petróleo de Venezuela lo revende, pues llevarlo hasta sus costas resulta más caro, entonces pocos países desarrollados estarán interesados en adquirirlo. Para entonces, el principal hidrocarburo será el gas natural. Si bien Venezuela también es productor de gas, se trata de una producción mucho menor, sin apenas peso en el mercado internacional. Para desarrollar ese sector –instalaciones de gas licuado, por ejemplo– Venezuela necesitará un volumen de capital del cual no dispone. Y ante tantas urgencias de inversión extranjera que entonces tendrá, está por ver cómo canaliza convenientemente las que lleguen.
Déficit crónico de infraestructuras
Con ser central, la cuestión petrolera no es la única que evidencia las décadas perdidas de Venezuela. Otra área importantísima son las infraestructuras. Durante el chavismo apenas ha habido inversión en obra pública, ni siquiera de la mano de los chinos, como sí ha ocurrido en otros países donde Pekín ha derramado créditos (en el caso venezolano, estos han sido por petróleo a futuro, no a cambio de carreteras, puertos o ferrocarriles). El país vive de herencias anteriores: de la dictadura de Pérez Jiménez, que se prodigó en la mejora de las comunicaciones, y de las obras de la IV República, tan denostada por el chavismo. El problema aquí es que cuando el país supere la «excepcionalidad» en la que se encuentra habrá perdido la oportunidad de oro que suponían los altos ingresos por petróleo para que ha tenidos ndr (ABC)

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